La caída
A
mi madre
Fernando
Valverde
¿Recuerdas
cómo mueren los pelícanos?
Bajo
el sol de la tarde
que
golpea la costa del Pacífico
el
agua los engulle como al plomo.
Nada
puede salvarlos.
Hay
tanta dignidad en el vacío,
tanto
amor en sus vuelos,
que
en el último instante escogen el silencio.
Sólo
queda
el
golpe de sus cuerpos contra el agua
como
un rumor de viento imperceptible.
Desde
esta habitación no puede verse el mar,
no
existen altas rocas y no queda horizonte
que
no hayan destruido.
No
importa,
intuyes
un rumor en esta noche negra,
puedes
tocar su brazo.
Recordarás
entonces, al percibir el frío,
que
en otoño ese mar que tanto amas
se
vuelve gris y deja
los
nombres del pasado escritos en la arena.
Te
has sentado a mirarlos.
Frente
a ti,
torciendo
el horizonte,
un
niño se sumerge entre las olas.
El
levante, tan cálido y perfecto,
lo
traiciona y lo empuja.
Has
venido a salvarme.
Tus
brazos,
tan
frágiles ahora,
cubren
el cuerpo de mis nueve años
hasta
tocar la orilla.
Es
cierto,
desde
esta habitación no puede verse el mar
pero
tiemblan mis manos igual que aquella tarde.
Ahora
cojo las tuyas,
siente
cómo te amo,
cómo
salvas mi miedo con tus gestos,
cómo
tienes la vida sujeta entre los dedos.
Deja
a un lado la carne,
has
golpeado tanto tu rostro contra el agua
que
la luz se ha quebrado.
No
hay estrellas debajo del océano.
Abre
los ojos,
es
tan ciega la muerte que el temor te confunde.
Abre
los ojos,
búscame
ahora en medio de este océano,
voy
a agarrarte fuerte con mis brazos,
siente
cómo te aprieto,
busquemos
nuestra orilla,
el
mar no ha dibujado nuestros nombres,
es
hoy, no somos el pasado,
es
salado el sudor,
es
la espuma del mar contra las rocas
este
miedo en tus labios.
Nos
espera la vida.
De Los ojos del pelícano)
Recuperado
de http://www.fernandovalverde.com/index.php/poemas
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